sábado, 26 de julio de 2008

OCEANO PACIFICO


OCEANO PACIFICO



Florece en la alborada
Un sol que a risotadas
Se abre paso entre las nubes
Entre vuelos de gaviota
Que juegan con el viento
Se sumerge en las olas
Buscando el alimento.


Miradores de forja y hierro
Que se clavan en la tierra
Balcones de cara al mar
De miradas sorprendidas
de paisajes vespertinos
Ondas y cielos marinos
De colores y de sombras.

Nubes que cabalgan
Sobre las crestas de las olas,
Cometas que dibujan en el cielo
La sonrisa de los niños
Pisadas que dejaron los amantes
Sobre la sílice de una cala.


Fortalezas de ilusión y limo,
Castillitos de arena,
Sueños infantiles medievales
Guerras y batallas tribales,
Que devora la marea.


Olas que se agitan con la brisa
Culebrinas marineras.
De agua, espuma, sal y viento
Proas de barcos de vela
y velas al viento.

Barcas sobre el azul de madera,
Pescadores jornaleros
De sueños de redes de plata
De rumbos ligeros
De mares en calma
De puertos cercanos
De ansiedad en las almas.


Ya al sol, Le vence el crepúsculo,
Y los cielos cobrean y sangran.
Y tímida aparece
Sobre el cielo rojizo
Una lunita de blanca.


La gran esfera se esconde
se ahoga en la mar salada
El océano devorador se lo traga
El agua viste de añiles de rojos y gualdas.


La mar continua impasible
Las olas se rinden en la playa
La noche se torna de estrellas
Los sueños ligeros cabalgan.


Y unos ojos serpentean
Se mimetizan con el agua
Y seca de una garganta
Una voz sibilina canta
Plegarias dulces de amor.


Sirenita de la lujuria
Amante del mismo Sol
Una hija de Neptuno
Salvadora de naufragios
De sonrisas y de lágrimas.


Recoge las botellas mensajeras
Y la descorcha en el viento
Dándole vuelos,
A las pasiones y los sentimientos.


Estrella errante de la noche
Capitana navegante.
De los sueños, e ilusiones.

martes, 22 de julio de 2008

THE MOON


The Moon

Languidece la noche
En los pétalos del silencio
El tic tac acompasa las horas
la Luna se filtra por la ventana,
Abrumada y taciturna,
Se me ha vuelto cantarina.

Cae fina la lluvia por el sendero
Trae oropéndolas y flor de albahaca,
La tierra se enloda y se empapa
Y el verde se perla de lagrimosa agua.

Al perro todo se le vuelven pulgas
Le faltan patas para alcanzarlas
Las sombras ni decrecen ni se alargan
Y las espinas se aroman
Añorando la nostalgia.

Beberé un poco de aceite de ricino
Purgare el hastió y la melancolía
Echaré ajenjo sobre el agua clara
Que la bilis se aclaren en el agua amarga.

Que hoy la estrella que batía mi cielo
Explosiono en la noche cálida
Se fue tras la estela de un cometa
Que purga la desazón y la desconfianza.

Y yo sin pluma ni estrella
Quede varado en las entrañas
Mejor acallar al perro del hortelano
Que muerto el perro
Acabo la rabia.

sábado, 19 de julio de 2008

EL PATITO FEO


Hoy recordé un precioso cuento infantil,
Y ante la adversidad de la vida,
Me acorde de ti, mi preciosa niña,
Disfruta de él, my patito feo.




El patito feo
[Cuento infantil. Texto completo]
Hans Christian Andersen




Qué lindos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.
Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.
Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.
-¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.
-¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.
Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.
-¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita.
-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme?
-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.
Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.
-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.
Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.
-¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!
Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:
-¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo.
Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.
-¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie.
-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo.
-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo.
-Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros.
Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.
-De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida.
-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena.
Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.
-¡Qué feo es! -decían.
Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.
Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían:
-¡Ojalá te agarre el gato, grandulón!
Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.
Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.
“¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.
A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero.
-¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía.
-¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.
¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.
Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.
-Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.
-¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua.
Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!
El patito dio un suspiro de alivio.
-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires.
Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies.
Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo.
En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernascortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija.
Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.
-Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba.
Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.
-¿Puedes poner huevos? -le preguntó.
-No.
-Pues entonces, ¡cállate!
Y el gato le preguntó:
-¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?
-No.
-Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.
Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina.
-¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.
-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!
-Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúntale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?
-No me comprendes -dijo el patito.
-Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. De seguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.
-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito.
-Sí, vete -dijo la gallina.
Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.
Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.
Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas.
Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era!
¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo.
A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo.
Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.
-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.
-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!
Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.
En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:
-¡Ahí va un nuevo cisne!
Y los otros niños corearon con gritos de alegría:
-¡Sí, hay un cisne nuevo!
Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía:
-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es!
Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:
-Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo.

miércoles, 16 de julio de 2008

En el alambre




EN EL ALAMBRE
Busco, pero no encuentro,
Me hayo, pero no me tengo,
Si el camino, es una trocha
Una vereda o un sendero.

No entiendo que hago
En medio de esta autopista,
Si soy un intrépido funámbulo,
Y las redes me acosan a cada paso.

Quiero, pero no puedo,
Siempre encuentro un freno
Para subir jadeando por las paredes.

Me siento bien en este tenso cable de acero,
Aquí solo dependo de mi mismo,
Y se me hace cotidiano este abismo.

Intente darte mi pértiga,
Para que comprendieras mi equilibrio,
Pero fue inútil,
Solo eres una gaviota que vuela en el sueño.

Sé donde habitas,
Pero desahuciare la casa del infortunio,
Porque creo en ti
Paloma que avivas mi fuego.

domingo, 13 de julio de 2008

EL TEMOR AL SUEÑO


El temor al sueño


A lomos del viento
La luna cabalga escondida,
La bóveda bruma
Extiende su negro velo,
Las nubes sollozan
Lagrimando la tierra.


Los parpados pesan
La noche matiza el silencio
Las sombras se llenan de sueños
El cuerpo supino reposa.

La mente eclipsada se porta,
La onírica Venus vagando
En el mar de la ausencia
Toca puerto.


Con el sopor, de la alborada
El alma tranquila se halla,
Y el subconsciente
Se funde en tus formas.

Mi sueño entrevelo tu mirada,
Cauta, sinuosa, esmeralda,
Monocroma olivera.


Mientras la luz se filtraba
Por las rendijas del alma
Haciendo cabriolas fugaces.

Tus labios granates
Sedientos de miel recitaban
Cálidos versos de amor.


Susurros que el viento ondulaba
Cadencias preludios
Que el aire hechizaba,
Sonetos que el corazón conjugaba.

Ondas que en mis oídos vibraba
En el arpa febril del deseo
La cuerda sutil de tu alma.


Palabras hiladas,
Con hilos de seda,
Amorosamente bordadas,
Sobre el bastidor de mi ser.

Mi mente aterciopelada
Sonámbula queda,
De la voz de la sirena.

Narcotizada se quiebra
En el limbo de los sueños
Y pueril se desnuda
Ante tanta belleza.

Mientras mi alma arrebuja
El lamento amoroso
En gritos de agobio y dolor.

Pues solo era un sueño soñado
Oníricamente frustrado
Con los rayos de luz
De un nuevo sol.


Sueños del alma intranquila
Sueños de vida y pasión
Sueños de un alma dormida.

Que una noche sin luna
Mientras lloraba el cielo
Te quiso y te amo.

jueves, 10 de julio de 2008

PROFUGOS


Prófugos

Miro profundo a los cielos
Y los cielos enteros me amparan
Me traen trillando en tu era
Y aventando la parva.

Labriego de la palabra
El grano limpio,
De tu voz soliloquia y amarga.

Quiero con el afán de mi verso
Telúrica sombra que escapa
Amarrar tu funesta y terrible estampa.

Mujer que en la boca la miel
Se le hace hiel amarga,

Como regalarte rosas
Curtidas de bella fragancia,
Si fuera de su envoltorio

Solo ves espina y cizaña
Segadas en su corta vida,
Mutiladas y descabezadas.

Como iluminar tu fachada
Entera de radiante cal banca,
Si cuando la miras,
solo ves la cagada de la mosca
en toda la pared blanca.
Y esa es la que me criticas.

Qué difícil es amar
A alguien que no te ama,
Cuando tú miras de azul,
Ella te mira de luto.

Y es que la vida es,
del color con que se mira.

Por eso a los enamorados
Se les dice ciegos de amor,
No miopes o cegatos.

Cuando anda uno cegado de amor,
Y el otro no es invidente.

Es una molestia
ser eterno lazarillo,
Mejor un bastón blanco,
E ir dando palos de ciego.

viernes, 4 de julio de 2008

VENCIDOS


Vencidos


En su cansino vagar
Siempre de adelante atrás,
El péndulo marca su curso
En el ángulo agudo
Trascurren los segundos
Y las horas se amontonan.

Con infinita paciencia
Las agujas juegan al pillar
Una detrás de la otra,

En su bagaje estelar, el Sol,
Va cayendo en la pendiente
De otro día intrascendente,
Acabada su vigilia
Y acuchillando celestes,
Se va sangrando en el horizonte,
El día ya desfallece,
Los cielos de alumbre oscurecen
y el Sol se muere en la tarde.

El tiempo se cicla candente
Sigue cayendo la arena,
El cielo sereno lo entiende
La luz tornasola el sentido,
Y solo un cuco mecánico
Nos va cantando la ausencia.

¡Ay amor!
De carburos ojos verdes
¡Ay espuela!
Que te clavas y me dueles
¡Ay lujuria!
De bocas y de cuerpos
¡Ay premura!
Que te ahogas en la ausencia
Ay lamento, que tormento,
Si en tu silencio no te tengo.

Con las claras del día
Sigue el péndulo impenitente
Avanzando en el espacio
Y cayendo intransigente
En los torbellinos labios
De un amor inexistente.

Va Quijano a galope
En busca de los molinos de viento,
Que tormento,
Pero que delicia de locura,
¿Quién la cura?........

martes, 1 de julio de 2008

MUJER, MADRE ESPOSA, HERMANA , HIJA


MUJER, MADRE ESPOSA, HERMANA , HIJA


Una simbiosis entre lo masculino y femenino nos ha caracterizado siempre a las sociedades humanas, el yin y el yang, el uno no puede vivir sin el otro, y no hay ningún ser vivo que sea genéricamente en esencia de una cosa o la otra.
Así que todos tenemos nuestra parte masculina, y otra parte femenina.

Somos la consecuencia de una cadena evolutiva, desde que un homínido se irguió y le llamaron por esto, homo erectus , hasta que otro hablo, hombre de Cro-magnón , y después pasando por sociedades, recolectoras, cazadoras, agricultoras, ganaderas y así hasta las últimas tecnológicas.

Es la historia de la humanidad, donde cada sexo representaba unos valores bien definidos.
La mujer la reproducción y la educación de los hijos, así como la intendencia de la casa.
El hombre la defensa de la familia, la tutela de los hijos, el sustento y la remuneración en el trabajo.
Esto ha sido así, durante miles de años.

La mujer estaba subyugada a los quehaceres de la casa, a esas casas primigenias sin tendido eléctrico, ni suministro de agua potable ni desagües de alcantarillado, ella se ocupaba de todo, de la leñera para encender el fuego, caldear la casa, y cocinar los alimentos ,hacer el pan, ocuparse del desayuno, comida, merienda, y cena, como de barrer, fregar, lavar. Tejer, hilar, educar y amamantar a sus hijos, después de nueve meses de preñez.

Y con el tiempo sobrante, cuidar el huerto y el jardín, atender al gallinero, y la pocilga, y en la hora del relax, lavar, planchar, coser, zurcir, hacer punto, ganchillo, bolillo.
Así como ser la compañera del guerrero, demostrando respeto cariño y amor, para su marido y el resto de la familia, ser obediente compasiva y religiosa.
Este es el papel que se le destino a la mujer desde miles de años.
Al llegar las libertades, el desarrollo tecnológico, y como consecuencia la liberación de la mujer.

Los conceptos cambian, es relativamente pronto, para la historia de la humanidad, los pasos agigantados que la mujer ha dado en estos 60 últimos años, no olvidemos el poso de miles de años y los roles, del hombre y la mujer.

La mujer de hoy, de esta sociedad tecnológica y libre, ha dado saltos de gigante, y se espera para dentro de unos años, no solo la paridad entre sexos, sino la supremacía de la mujer sobre el varón.

Pero no nos miremos tanto el ombligo.
Ya dije, esto pasa en los países muy desarrollados.
En el resto la mujer vive en el siglo 18, no hay más que mirar los países musulmanes, algunos de latino América, China e India.
Sociedades con privilegios, del más puro orden machista, amparados por las leyes y la religión.
Ahí es donde está la supremacía del varón, en la fuerza, del subdesarrollo, la incultura y la globalización.

Dios hizo al hombre, a su imagen y semejanza, de la tierra y la dio un soplo de vida.
A la mujer la hizo de carne del varón. Por lo tanto carne de su carne y en esencia su propiedad.

Nos cuenta el Génesis, la mujer desobedeció a Dios, y engaño al hombre.
Después de esto.
Hablo Dios a la mujer diciendo:
Multiplicaras tus trabajos y tus préñeles, parirás con dolor a tus hijos buscaras con ardor a tu marido,
"Que te dominara".

Dijo al hombre: Por haber escuchado a la mujer, por ti será maldita toda la tierra, y comerás de ella con el sudor de tu frente.
Y así con estas palabras dichas por el mismo Dios, empezamos a caminar,
¿Qué esperabais?




ALAS DE NUJER

Mujer esperanza
Crisálida cósmica
Envuelta en tu halo
En el espacio infinito.

Implora tus alas
Serás mariposa,
Halada y veloz
Al ras los derechos
De hombre y mujer.

Lujuria en la historia
De Evas desnudas
Siempre asociados.
A coito y placer.

Serás mariposa,
Muy pronto mujer.

Ya eres hija,
Hermana, madre y esposa.
No dejes que
Leyes machistas
Recorten tus alas.

Ni dioses obscenos
Privilegien el sexo
Crisálida blanca
Gentil mariposa.

Rompe la capsula
Extiende tus alas
Y vuela mujer.


Por todas vosotras