LA DAMA DEL LAGO
La dama del lago
Una noche deslumbrante de placida luna, paseando por los campos cerca de la medieval ciudad de Toledo, un artesano metido en años, forjador y herrero, deslumbro cruzando el cielo una centella encendida, que describiendo un arco en picado fue a estrellarse a un campo cercano.
La curiosidad quiso que buscara el meteoro, y cuando lo hayo quedo sorprendido por aquel cráter humeante.
Una bola de material fundido, que como un corazón herido palpitaba en un rojo brillante, aquel material era de hierro, de una cálida tal que él nunca vio, y además venia del cielo, procedía de Dios.
Y a él se le ocurrió hacer algo como orfebre, como si de un diamante se tratara, esbozo mil bocetos, un meteorito tan exquisito debía de formar culto de la mismísima catedral de Toledo, un material tan etéreo, procedente de los confines del cosmos.
Le cautivaba la esencia de aquel acero, podría ser un pedazo de estrella, o un retal de un cometa.
Fue tal su anhelo, que con todo el primor y esmero, con toda su paciencia y sabiduría que le otorgaba su experiencia, se empeño en hacer lo más bello.
Pero; el maestro forjador no supo modelar el duro acero, quizás a la fragua le faltaba un buen carbón que lo avivara, o el aire era falto de oxigeno para destemplar la dureza del hierro.
Quizás el hierro no fuera tan maleable como él pensaba, y a fuerza de golpe y fragua se resistiera a la destemplanza.
Quizás fuese una idea equivocada de aquel bohemio soñador.
En su mente él quería que fuera dúctil, maleable, y hacer de él, el objeto más bello de toda su creación, darle la belleza la armonía y el arte, la delicadeza y la sutileza, para que no fuese ni hierro ni acero, si no una exhortación, un motivo que inspirara la revelación del interior, en completa armonía, con la naturaleza y con Dios.
Un equilibrio armónico, donde se igualaran los conceptos del pensamiento, el arte, la poesía la creación y la magia.
Se equivoco el maestro forjador, aquel hierro acerado, no era para objeto sagrado, era para pica, espada o daga o una excelente catana, que cortara el aire a mandobles , que defendiera a hierro y sangre, el orgullo altanero de un saldado.
Se podría forjar una espada soberbia y prodigiosa, con la ayuda de Vulcano y el anhelo de los dioses, a golpe cincelado de martillo y fragua, nació Escalibur, un presente que del cielo, por la mano de un herrero, custodia la dama del lago, la ondina blanca , que solo al justo y el elegido, le entregara la espada.
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