viernes, 20 de febrero de 2009

El CAMINANTE Y SU SOMBRA


El CAMINANTE Y SU SOMBRA

Caliza la tierra se aglutina al yeso y el hueso se quiebra en el pudridero del cementerio.
Los cipreses se abanican enfilados por el camino yerto, esbeltos y estirados se conjugan en el firmamento.

Exigua luz, debatiéndose en los silencios, el ocaso se amalgama desparramándose en los cielos.
se subleva en la perentoria muerte del crepúsculo, disgregándose en los espejos, regalando a los ojos el reflejo, melancolías que empatizan con tu adentro.

Te ves, y miras, el espejismo de la vida, en su bello resplandor, pero no asimilas la desidia de tu cuerpo, un envase de sangre y cuero perecedero con su fecha de caducidad.
Consumir preferentemente fresco, carne, hueso, esqueleto.

¿ Quien anda por ahí adentro?, ¿dónde estás? que me dicen que eres un soplo de viento, un aliento.
Llamo a tu puerta y nadie me contesta, quizás te quedaste hipnótica mirando tu ombligo.

Ya es hora de cortar ese cordón umbilical, y despertar a la vida,
ya nadie te protege de ti, nada más que tú misma.
ya paso la pubertad, y la juventud se cierne como los aros leñosos del viejo roble, es hora del amar de sentir y de llorar, y dejarse de burbujas protectoras .

¿Porque pienso lo que pienso, porque siento lo que siento, porque motivo no hayo, la esencia de mi esencia?

Mi carne trémula, mi hueso férreo son parte de la tierra, elemento de los elementos.
Agua que algún día flotara en el firmamento, o navegara por algún cauce de un rio, o perecerá en el mar intenso.

Donde quedaran las palabras, donde quedara los besos, donde gravitara el impulso de mi amor y de mi credo, en que nido anidaran los sentimientos, serán como las hojas caducas que se las lleva el viento, a ninguna parte, a cualquier lugar al remolino de la esquina.

Que será de esa energía, quizás trasmute en el cielo, o quede dejando restos en algún que otro de tus recuerdos.
Y después que el tiempo pase, que será de mis amores prietos, quizás se quede en una nota de lamento, en una vieja melodía, en un vals de muñecos rodando la sintonía en el desván de los recuerdos.

Mientras tanto, gira que te gira la aguja grande persiguiendo a la chica en la noria del tiempo y miro y remiro al espejo.
Le pregunto y no contesta, este maldito reflejo que envejece y se hace viejo, me conoce tanto, que se ríe y se ríe y me mira con cara de desprecio.

Fueron cuatro días de alegría, mil de pesadillas, y el resto, buscando encuentros.
Quizás sea yo la causa de tu efecto, y no quieres que habita en tu recuerdo, ni sea el agua que te sacie, ni sea hueso de tu hueso, ni sea la piel que te acaricie, ni sea verbo con tu verbo.

Quizás me ames algún día y me acaricies, aunque sea en otro tiempo,
siendo yo tu gato negro, o la sombra pálida que te espere, al otro lado del infierno.

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