lunes, 21 de marzo de 2011

Carta a Manuela


Carta a Manuela

Generoso nombre asiste a tu vida
aunque en el no creas
la esperanza te bautiza.

Te reconozco en las ondas
y en las liturgias del aire
como al polvo de estrella
o el crepúsculo de la tarde.

Tus labios melosos
bamboleaban tristezas
y el brillo de tus ojos
se nublaban acuosos cargados de menta.

Siento las silabas
rotas de tu garganta
susurrando furiosas
los alaridos del alma.

En tus entrañas
lacera una miel amarga
que consume la ansiedad
Importunando a la esperanza.

Zurcido a tu cuerpo
también ronda el crédito
de una vida generosa y placentera
y un futuro esperanzador y cierto.

El Dios que está con nosotros
te protege desde tu nacimiento
portando en su mano al mundo
quiere ceñirlo en tu pecho
grano a grano velo a velo.

La llama que te guía,
que no perezca,
y le dé luz y calor, a tu joven corazón
que emulsionado de sazón
siempre late con ardor.

Ese sol que te irradia
es la brújula del destino
que hilvanado a tu sino,
va haciendo senda y camino.

Peregrina de la vida,
no te malgastes en los laberintos de la senda,
y tomes como escudo
los quebrantos de tu cuerpo.

Mírate en el fondo del pecho,
como crece generosa
la flor que germina victoriosa
arrebatando tu aliento.

Quitando a la apariencia,
solo somos un poco de agua
polvo que vuelve a la tierra,
y átomos que circundan la nada.

Tu energía que quede en la memoria
y en los labios de quien te ama
pétalos para la vivencia
y perfume para el alma.

Ese olor tan entrañable
que identifica la añoranza
que un día de labriega
se tropezó con tu alma.

Riega, siembra, abona y labra,
que ya vendrá la cosecha,
y recogerás la grana,
el trigo será tu alimento,
y deja que vuele la paja.

Compañera de camino
mi amiga de batallas,
te llevo en mi regazo,
en mi sueño y en mi alma.

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