jueves, 10 de enero de 2008

LAS ARISTA DE LA MEMORIA




Las aristas de la memoria



En el fondo de un cajón amontonado entre una pila de papeles desusados, encuentro un álbum de fotografías viejas. Repujado en piel encarnada con algún que otro detalle dorado, impreso en sus viejos lomos y adherido a su costado, le acompaña un grueso cuaderno de cartulinas negras, entrecortado con finas hojas de seda.
Ante mí, se despliega el túnel del tiempo, la añoranza y la memoria.
Entro en esta galería de sentimientos, y la infancia se desgrana en imágenes y recuerdos, con la mano nostálgica, abro su primera página, desvelando la sutil sabana de papel cebolla.
Enmarcados para siempre, dos retratos en blanco y negro están dispuestos en ángulos adyacentes., Con invisibles lazos de anhelos, mi padre hecho un mozuelo, un hombre enjuto de carácter apacible y bueno, sonríe diligente, con una mirada melosa y ojos de caramelo, mira a mi madre al otro extremo.
Una mujer valiente, madre de siete hijos de voluptuosas formas y redonda cara, y en su mirada se desborda el añil de cielo.
Paso una hoja y otra, y me encuentro la familia numerosa, los bautizos las comuniones y las bodas,
Filmoteca de un instante que el tiempo detuvo en la memoria.
Me detengo en una foto, cuando yo iba a la escuela,
Y me acuerdo de mi madre, por la mañana toda dispuesta,
Vamos niño, a levantarse que hay que ir a la escuela no te hagas el remolón, que pronto la campana del colegio sonara.
Con los ojos pegados a los parpados y un bostezo mal humorado, salgo de aquella cama de hierro y de aquel colchón de lana, que dejaba mi huella impresa, y había que mullir de nuevo, ahuecarlo conveniente hasta la hora de la siesta.
Un tazón de leche, con una cucharada de colacao componen el ligero desayuno mañanero, después me visto torpemente entre bostezo y letargos, y una mirada maternal, con retintín, venga niño ya, que es para hoy,
Me lavo la cara y me froto de jabón detrás de los orejas, nunca supe para qué, ¡cosa de maestras!.
Algún que otro tirón del pelo desenredando mi flaquillo, a la moda Marcelino, aquel del agua y del vino que robaba a los frailes, y se lo ofrecía a nuestro señor, ese bendito chiquillo.
¡ nunca me gusto mí flequillo ¡
Me gustaban mas los pelos tiesos, a la moda del infierno, pues más que buen samaritano, era un terrible gamberro, y mi madre se empeño, creía que yo era muy tierno, ¡ cosas de madres!.
Con un uniforme azulete, muy inspirado para la época y un duro cuello de plástico blanco, un martirio para abotonarlo al cuello,
La cartera cuadrada maleta de piel, con su plumier, de dos pisos lleno de lapiceros de colores, y de libretas, el parvulito.
Y dentro del nacional catolicismo por supuesto el catecismo, símbolo del buen cristiano para acatar de memoria sus reglas y sus preceptos, era como un principio activo para recordarnos el poder de la santa madre iglesia, y también cuatro galletas Maria Fontaneda.

Y corriendo porla calle abajo derechito y en la acera me dirijo a la escuela, a formar en hileras en el patio del colegio, paralelas por cursos, todos en la explanada que serbia de recreo,
Los maestros con su silbato, al frente de cada línea enderezando bien la filas de muchachos, alineándose con el brazo bien estirado por alto y por orden de estatura, antes de tocar la campana, la ceremonia empezaba con dos alumnos que sacaban la bandera de España.
Los maestros al frente de sus filas, el director y el cura, entonces al son de un himno sin letra, es cuando se izaba la insignia del polluelo, entonando una canción mil veces ensayada,
Isabel y Fernando el espíritu impera, moriremos besando la sagrada bandera.
España estaba asolada por la represión y el Franquismo y una de las dos Españas la de azul y el catolicismo, y en parte todo era como un gran cuartel.
Después cada curso se encaminaba a su aula.
Un crucifijo de metal, al lado de un retrato militar de un famoso general, que dio un golpe de estado a su patria, con el yugo y sus flechas, los símbolos de la falange José antoniana, un encerado grande y frío, con una máxima en colores, y entre paréntesis, Jesús dijo…. Un mapa grande de España con todas sus regiones, una virgen Inmaculada, y cuatro varas de mimbre para corregir obligaciones, treinta pupitres destartalados todos ellos pintados de tintas y de borrones, un colegio jesuita de una España diferente,
Los miércoles el rosario, el catecismo a diario, los domingos a consagrarlos a Dios omnipresente.
Así era la enseñanza con una pedagogía, de sangre y lagrima, la letra con sangre entra,
Era la máxima.
Quien le diría entonces a la patria, que estos hijos de la azul teñido sembrarían más tarde la democracia en España.
Cierro el álbum de recuerdos y de tapas coloradas,
Cierro en parte mi infancia, las moreras del Coto, el sauce de mi casa, las canicas de barro, el caballito de cartón y el tren de hojalata y a mi padre dando clase con su estufa de serrín, inhalando vapores de eucalipto.
Me miro al espejo y me pregunto, que paso con aquel tiempo detenido.

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