martes, 29 de enero de 2008

Maria


MARIA


Agorero tilda el verso del enhebro
Que gime seco y polvoriento
En un carrazón de cal.

Ya sus venas arboladas
Se quedaron enclaustradas
Esperando que a maitines
Sonaran las campanas.

Y trémulo sonó el eco
De un golpe seco
Que dentro de su pecho
Desquebrajaba el corazón.

Ya sus manos se aceraban
Su mandíbula se encajaba
Y se cutis frio y gélido
De cárdeno se arropaba.

La voz no salía del pecho
Los ojos fijos en un abismo
El aire tibio se le espesaba,
Y perdió el uso de la razón.

Por un túnel negro el caminaba,
Y en un paisaje acelerado
Se veía de niño de joven y de casado
En un instante como en un juego
Vivió se vida menos su anhelo.

Que al final del corredor le esperaba
Con gran sonrisa envuelta en luz
Llama que abriga acoge y regocija,
Como en el seno materno,
-Vuelve cariño, no es todavía tu hora
Agárrate fuerte y torna…

Desfibrilador a noventa,
Uno, dos, tres, impulso, carga…
Poco a poco el sonido de una sirena
Inundaba su mente
Y una sonrisa poblaba su boca,
María, Maria.

- Mira llama a la virgen,
- ¿Por qué habrá tomado tantas pasillas?
- Me dijo uno, que hace poco murió su mujer.

La ambulancia se perdió entre las calles
En busca del hospital.

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