miércoles, 6 de febrero de 2008

El caminar de un emigrante sin papeles


El caminar de un emigrante

Que largo y duro se hace el andar cuando te quitan hasta la dignidad, y todo por el azar por nacer aquí o allá.
Sin escuelas, sin carreteras, sin vías férreas,
Solo desesperanzas y miserias.

Mi casa una chabola, sin trabajo, sin hacienda.
En el suelo de mi tierra, poco se siembra,
los países poderosos, no nos dejan,
cuesta más lo que producimos, que lo que ellos nos dan, protegiendo así su economía, y creando para ellos riqueza.

Yo no quiero el pez de tu anzuelo, quiero la barca, la red y el sustento.
En el subsuelo de la tierra, ríos de oro negro, piedras preciosas y gemas, esas si se las llevan.

Solo nos dejan el hambre, la incultura la miseria y la guerra, sobre la faz de nuestra tierra.

Un día como tantos, después de tanta tristeza,
Sin oportunidad de vida, arto de ser el paria de la pobreza.

Me despedí de mi gente, de mi chabola y de mi tierra.
Solo me lleve, un hatillo, de ilusiones y esperanzas de libertad y nobleza, de sueños para mi gente, para vivir dignamente y comer todos los días vestir y calzar dignamente.
Dirigí mis pasos siempre caminando, hacia el norte,
trabajando en lo que pude, siempre andando,
siempre a expensas, de mafias de emigrantes,
de negocios de fronteras.

Muchos compañeros quedaron en el camino,
la enfermedad y el hambre, el orgullo de su tierra,
les hundió en el camino, se olvidaron de su senda.

Dos años de mi vida, me costó llegar al norte,
divisar esa frontera.
Detrás de ella, estaban los sueños las esperanzas las oportunidades la riqueza.
Seis metros de alambre y espino me separaban de ella, construí una escalera con cuatro ramas de árboles de pino seco y juntos con otros muchos,
como si fuera en la edad media, asaltamos el espacio, todos a una, todos a fuera.

Gritando como guerreros, hiriendo las carnes morenas.
En esta avalancha, Guardia civil caminera, los sueños de esperanzas, quedaron en esa trinchera.

No soy un hombre, sino una amenaza, una fiera,
un agrávame económico, un usurpador de derechos que les costó a esta gente, tanta manifestación y lucha fiera, dándose golpes en el pecho y siendo todos hermanos, los domingos a la hora de la fiesta,
Me devolvieron al sur del sur, esposado a las arenas del desierto, a la duna imaginaria.

Me dijeron que me volviera a mi casa, que la puerta de Europa, para nosotros, una escoria, un desecho, estaba cerrada.
Ya no se acuerdan cuando las fronteras de África, estaban hechas a escuadra y cartabón, y solo éramos para estas naciones el patio trasero de la casa.
Hoy medito en el camino, y no me vuelvo a mi casa,
emprendo nuevo rumbo en patera a la solidaridad de España.
Otra vez enfrentarse a la muerte, otra vez a la vida y el sueño.
No quiero ser derrotado, mientras me quede un aliento, no lo impedirá el mar, ni una valla alambrada,
tengo derecho a la vida, a mi sueño, mi esperanza.

Soy baluarte y estirpe, de los hombres de mi raza,
soy un alma como tantas, que por desgracia,
se reencarno en el sur de AFRICA.

El hombre subió a la luna, va conquistando el espacio, y mira poco hacia a tras, cuando hay que darle la mano a un hermano.

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