viernes, 14 de agosto de 2009

Himpar


Himpar

Si las palabras se encasquillaran en el aire
y sus ecos no tuvieran resonancias,
quedando extraviadas y vacías en las almas.


Si el corazón se adormeciera en la garganta
y para él fuera su latido una sordina impenetrable,
el aullido bronco de un mar que se devasta.


Si las lágrimas rodaran lacerantes
como perlas secas de cuarcita
o puñales en el pecho inmaculado
de una virgen Macarena.


Si la mente exigiera el exorcismo del amor,
y la justicia respondiera,
que en el platillo de la balanza
el desengaño también pesa.


Si el cariño no distinguiera
entre el amante y el extraño,
el ladrón o el buen amigo.


Como dicen que el amor es ciego,
necesitaría un bastón blanco,
o el hombro de un lazarillo.


Si la sed te atormenta la garganta
y solo te quedara el último trago en el vaso,
que no se te haga amargo.


Aunque intrépido y cansado
el reloj siga empujando,
y el tiempo empolvando tus zapatos.


Si a la esperanza le salieran negras alas
y como un negro córvido se fuera graznando,
que el augurio te pille confesado.


Si la savia se cristalizara en el tallo,
y las hojas se murieran en Mayo,
seguro tu corazón está sangrando.


Si al abrazar el espacio,
y al cerrar tus brazos largos
solo encontraras el aire.


Entonces, el cielo que te cubre
se anega en un zaino manto,
y su última luz te exige
en el cosmos danzando.


Solo te quedara la nada,
la absurda y rotunda nada,
en el espíritu llenando.

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