miércoles, 30 de marzo de 2011

Anises de menta y fuego


Anises de menta y fuego


En la buena estrella
se consume la esperanza,
y a la fragua de mi sueño
se le van acabando las brasas.

Los años siguen su curso
en este reloj de arena,
que hoy blanquea mi cabello
mañana sepultara la pena.

Si ya en la vida poco se logra,
y solo tienes de sombra
el ciprés que copa el cielo,
sal, de la arboleda perdida.

Se desojo la margarita
fue perdiendo su corola
y entre los dedos vacios
quedaron dispersas las notas.

Si el paisaje se diluye
volcado entre las sombras
y entra en la anochecida
esa luz que te disloca.

Los ojos encumbran el cielo
buscando el enhebro de la senda perdida,
murmuran por un instante tu nombre,
confundiendo a mí ego.

Quizás sea la llama que agoniza
o una estela que me aviva,
o el carburo de unos ojos
que en el cielo se entronizan.

Cuando mis arcos gozosos
se impregnan de sortilegio
raspan en el éter la imagen
de tus labios rojos y te beso.

Sublimes recatan las palabras
que en tu boca callan
lapidando al tiempo
en un vaivén de entendimiento.

Giran y rulan las metáforas
granizando las desidias del deseo,
congelado a la gramática,
hierven en las curvas de tu seno.

Anida en mí
la textura de las formas de tu cuerpo
y esa ola que calcina al éxtasis
en las entrañas de tu ego.

Idealizo los quejidos
en la sorna de unos labios
que amedrentados de risas,
secas sus vulvas quedaron.

Cuando ya nada se espera
y poco se pudo hacer,
podrá quedarte el quizás
igual te dispensa un tal vez.

Anises de menta y fuego
para el dragón de la inocencia,
y sangre a mi corazón,
que esta empachado de menta.

lunes, 21 de marzo de 2011

Carta a Manuela


Carta a Manuela

Generoso nombre asiste a tu vida
aunque en el no creas
la esperanza te bautiza.

Te reconozco en las ondas
y en las liturgias del aire
como al polvo de estrella
o el crepúsculo de la tarde.

Tus labios melosos
bamboleaban tristezas
y el brillo de tus ojos
se nublaban acuosos cargados de menta.

Siento las silabas
rotas de tu garganta
susurrando furiosas
los alaridos del alma.

En tus entrañas
lacera una miel amarga
que consume la ansiedad
Importunando a la esperanza.

Zurcido a tu cuerpo
también ronda el crédito
de una vida generosa y placentera
y un futuro esperanzador y cierto.

El Dios que está con nosotros
te protege desde tu nacimiento
portando en su mano al mundo
quiere ceñirlo en tu pecho
grano a grano velo a velo.

La llama que te guía,
que no perezca,
y le dé luz y calor, a tu joven corazón
que emulsionado de sazón
siempre late con ardor.

Ese sol que te irradia
es la brújula del destino
que hilvanado a tu sino,
va haciendo senda y camino.

Peregrina de la vida,
no te malgastes en los laberintos de la senda,
y tomes como escudo
los quebrantos de tu cuerpo.

Mírate en el fondo del pecho,
como crece generosa
la flor que germina victoriosa
arrebatando tu aliento.

Quitando a la apariencia,
solo somos un poco de agua
polvo que vuelve a la tierra,
y átomos que circundan la nada.

Tu energía que quede en la memoria
y en los labios de quien te ama
pétalos para la vivencia
y perfume para el alma.

Ese olor tan entrañable
que identifica la añoranza
que un día de labriega
se tropezó con tu alma.

Riega, siembra, abona y labra,
que ya vendrá la cosecha,
y recogerás la grana,
el trigo será tu alimento,
y deja que vuele la paja.

Compañera de camino
mi amiga de batallas,
te llevo en mi regazo,
en mi sueño y en mi alma.