martes, 29 de septiembre de 2009

SIRENA


SIRENA

Caracola del mar
que meces en tu eco
el arrullo del viento
preñado de sentimiento.

Sibilina voz
que ama en silencio,
rebozando a los versos
de la espuma marina.

La sal de tu verso
trae el canto de las olas
y voces de sirenas con algas coralinas
colmadas de menta.

Y el embrujo de dos luceros
Que fluctúan en las sombras
destellos de carburos,
mimetizados en la hiedra.

La melaza de un cuerpo
de escama, espiga y espliego,
oceánica tersura,
se consume a un lamento.

Quien fuese el agua
para deslizarse por su talle
hidratando el sentimiento
y almizclar la sed del amor
en las oquedades de su cuerpo.

Quien fuese el aire
y fusionarse con su espíritu
estar muy dentro de ella
y oxigenar el halito de su hermosura.

Quien fuese fuego
y habitar en su fuero interno
calentando su armonía
y abrasando al sentimiento.

Quien fuese tierra
el mismo barro de su materia
y modelarnos el uno al otro
sin salir de una costilla.

Manantiales que el alma espera
acantilados del espíritu
fluyen cálidos y hambrientos
por los cauces de mi sino.

Pasión que devora
y ejercita la palabra
amarrando con las ondas
los enredos de su alma.

Yunque meloso apasionado
te derrites en un ariete azucarado,
y clavas las espinas del amor
en el cuerpo del amado.

Mágica yunta
sin timón ni entendimiento
lanza de carro
cometa en el viento
sin cordel que se agarre a una mano.

Caracola del eco
me incitas, me turbas,
me desesperas y me enveneno,
que corra tu pócima por las venas de mi ego.

Soy adicto al sabor de tu boca,
y a las liturgias de tu cuerpo
me embriago en los umbrales de tu senos
y desfallezco en tus labios por un beso.

Discurso que en el aire queda
a merced del viento
que no tiene trascendencia
y es la lirica de un cuento.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Un atardecer en otoño


Un atardecer en otoño

La tarde bosteza
al declive de la luz iracunda
que oxigenada de pereza
se oxida moribunda
tiñendo las texturas del éter.

Se fila menta
en los estratos de las nubes
pincelando de anaranjado
su algodón vaporoso
incendiándolo de pasteles.

Sangran los violetas mortecinos
amortajando a un sol,
quebrado, vencido y penitente
consumiéndose en el horizonte.

En los pétalos de las flores
el rubí hipnotizan sus colores,
y el agua cantarina
se cobriza de purpurinas
en los meandros.

Son testigos las espiguillas de las cañas
que al contraluz del poniente
se flagelan de carmín en el espacio,
queriendo relatar con sus encarnados penachos
la victoria de las sombras en el ocaso.

En el envés de las hojas de los álamos
ya se ven las cicatrices del otoño,
palidece la clorofila en lánguidas fibras de oro
que el aire mece.
Queriendo pretender fibrilar a este sol
que aun agónico necesita para sus retoños.

Cae la tarde tibia fulminada
por este otoño renaciente,
cae el beso de mis labios
a otros labios inocentes,
cae el peso de mis manos
sin el yugo de tus manos,
se quedaron ya vacías
y yertas de caricias,
como este sol que se nos muere,
cae mi risa deshollinándose
en los ecos de un poema.

Y mis versos se encallecen con sarmientos
con suspiros y sentimientos
de un alma que se hace añeja.

My vino tiene llagas de madera
de la vieja barrica de roble donde mora,
necesita un vino joven, afrutado y verde
que espirite a las esencias de lo noble.

Pero allí a lo lejos…nada se detiene,
en lo alto, la luna majestuosa
se va vistiendo de traje largo.

Ya sus hermanas centellean el cielo
y solo falta el pandero
que redondo como un queso,
en el agua se recrea
mirándose los reflejos
y embriagando a la marea.

El mar como siempre,
sucumbe al influjo del lucero,
pero la luna se ocupa solo
de irradiar en el cielo de los mortales.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Hola viajero


Hola viajero

Eres tierra que la tierra exora
barro calcáreo
con un soplo de aliento
arcilla modelada
amparada por la vida.

Raíz, alma, savia, tallo
madurando hacia el cadalso
sudor, lagrima, alegría y llanto,
polvo de estrella.

Hombre de carne y hueso
fracción de tiempo,
alma taciturna y viajera.

Grano de arena
en la inmensidad del desierto,
piel sobre carne y hueso
calavera y sesos.

Materia inteligente
en una sopa de estrellas,
milagro de vida en el universo,
también ceniza, fantasía y ancestro.

Y entre tanto
expolias, extorsionas
aniquilas y enfermas
te anegas y desesperas.

Cuantos minutos de risa
cuantas horas de alegría
cuantos días de vida plena
apuntas en la bitácora
de este viaje sin vuelta.

Viniste sin alforjas
desnudo clamando teta
y te vas enjuto
derramando tristeza.

Si te ilumino la fe
y crees que un igual se hizo Dios,
y rezas y rezas,
esperando la luna nueva
para comer a su mesa,
y que el ahogo del alma
navegue por otras riveras.

Que los gusanos regurgiten
la carne podrida y negra,
o las llamas del fatuo fuego
recompongan la materia.

El perecer de la carne
a la muerte extrema,
el temor del espíritu
al desconocimiento incierto,
nos hace miserables
aferrándonos a la vida,
porque ahí se que siento.

Disgregarse en lo infinito
perdiendo la tutela del yo,
exonera a la materia,
quizás los dos gramos de esencia
tracen el verdadero objetivo de Dios
y así demos paso
a los universos paralelos,
el caso no es morir
y seguir viviendo.

Agarrarse a un clavo ardiendo
mientras las animas en complots
se ríen burlonamente
de lo humano, demasiado humano.

Que sería si no existiera
las trasferencias entre neuronas,
sería solo causa instintiva,
pero para algo se nos dio
el lenguaje y el pensamiento.

Para que fuese todo
el caos del intelecto,
o Dios, Has muerto,
en el patíbulo del entendimiento,
viva Dios en su concierto,
y que cada cual
toque su instrumento,
a ver si la música
amansa a las fieras.

lunes, 7 de septiembre de 2009

RENACE UNA AURORA


RENACE UNA AURORA


Calafatea la noche
las rendijas de mi ser
que inertes se pasean
por las sombras del abismo
esperando con ahincó
la luz sonrosada de la aurora.

Tarambana mi alma queda
plisada al desvelo,
se enreda al regazo de Morfeo,
hipnótica, espira en su reino,
sintiendo en el sueño que ha renacido.

La luz que atropella al silencio
fluctúa a los acordes del anhelo
se afora en un cuenco de un alma de niña,
mujer de cera de ojos de almendra y oliva.

Sentía un murmullo en el silencio
la sangre tintinaba mis venas,
y un mar melancólico mecía a las olas
cantando poemas en estrofas de espuma.

La brisa preñaba el aire de olores de holganza
dejando en mis labios fragancias de anís
y labios de fresa.

Andamios de besos glaciares,
suspiros lunares
texturas de nata que esponjan mi pecho
salían de otros labios silvestres,
siniestros, melosos, cantores, risueños.

Juglares a dos lagunas verdes
que se ondulaban en el aire,
Campos de tierra vestidos de menta.

Sintiese extasiada el goce del alma
la arritmia en el corazón estalla
y los átomos misteriosos
en las texturas del éter braman
el amor se hizo calma
y en el madrigal de alma
renace una aurora.